domingo, 3 de abril de 2011

CÁRCELES ARGENTINAS vs CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

Les quería acercar este artículo periodístico publicado en el portal Diario Judicial, “Las cárceles bonaerenses, en el ojo de la CIDH”, el cual además cuenta con una grabación de la audiencia de la CIDH sobre la situación de las cárceles argentinas.




A partir de la lectura de este artículo periodístico y de escuchar la audiencia de la CIDH respecto a la situación que se vive en las cárceles argentinas en la actualidad, quisiera traer a colación la tesis que Giorgio Agamben presenta en su libreo “El poder soberano y la nuda vida”.


A través de su tesis puede realizarse una analogía entre las cárceles argentinas y los campos de concentración del nazismo, donde gobierna un estado de excepcionalidad clara y el hombre deja de “ser”.


La tesis de Agamben, establece que el campo de concentración del nazismo no es un simple hecho histórico o una aberración perteneciente al pasado, sino, en algún modo, como la matriz oculta, el nómos del espacio político en que vivimos todavía. Para fundamentar esto, comienza desde su génesis: los campos de concentración nacen del estado de excepción y de la ley marcial.


El campo es el espacio que se abre cuando el estado de excepción, empieza a convertirse en regla. Así, el estado de excepción, que era esencial una suspensión temporal del ordenamiento sobre la base de una situación real de peligro, adquiere ahora un sustrato espacial permanente que, como tal, se mantiene, sin embargo, de forma constante fuera del orden jurídico normal.


Caracterización del campo de concentración:


§ Estatuto paradójico: el campo es una porción de territorio que se sitúa fuera del orden jurídico normal, pero que no por eso es simplemente un espacio exterior. Lo que en él se excluye es, incluido por medio de su propia exclusión. Es decir, el campo si bien está dentro del territorio de un Estado de derecho, los individuos que lo pueblan están excluidos (por una ley del mismo Estado, por ejemplo: la ley de ejecución penal) pero al mismo tiempo, incluidos por el hecho de que se los está reconociendo al definirlos dentro de la misma norma; de ahí la paradoja.


§ Indiferencia: el campo es un híbrido de derecho y de hecho, en él que los dos términos se han hecho indiscernibles. Los campos constituyen un espacio de excepción, en el que no solo la ley se suspende totalmente, sino en el que además, hecho y derecho se confunden por completo: por eso todo es verdaderamente pasible en ellos. Esto se ve claramente en las cárceles argentinas, porque en ellas gobierna la “ley” que dispone el servicio penitenciario; se trata de un mundo a parte donde las reglas son siempre favorables a los perpetradores.


§ Nuda vida: Se refiere a la vida desnuda, desprovista de toda característica que no sea como entidad biológica en sí mismo. Su tesis se refiere al conflicto de biopolítica: la política moderna es biopolítica, es decir, reducción del hombre a puro cuerpo y el espacio público a un campo de concentración. Ello se ve plasmado en las llamadas “bienvenidas”: constituye una práctica que tiene lugar cuando una persona ingresa a una unidad carcelaria, es netamente militar ya que el detenido es sometido a violencia tanto física como psicológica y debe dirigirse al personal de guardia finalizando cada frase con la palabra “señor”, como si el interno fuera parte de un pelotón militar. La finalidad de esta práctica es que el amansamiento de los internos, despojarlos de todo, pasando a ser simples cuerpos.


Si la esencia del campo consiste en la materialización del estado de excepción y en la consiguiente creación de un espacio en el que la nuda vida y la norma entran en un umbral de indistinción, tendremos que admitir entonces que nos encontramos en presencia de un campo cada vez que se crea una estructura de ese tenor, independientemente de la entidad de los crímenes que allí se cometan y cualesquiera que sean su denominación o sus peculiares topografías. De ahí que entre como campo las cárceles argentinas.


Sé que resulta hasta chocante pensar una cárcel como un campo de concentración, pero en esos lugares la tortura y los vejámenes tanto físicos como psíquicos están a la orden del día, y creo conveniente traer esta analogía a debate, para que por lo menos pensemos que hay una realidad paralela que nos cuesta ver, por el simple hecho de no querer asumir que estando en democracia sigan habiendo torturas y desapariciones de internos.


Creo que la sociedad no está preparada para aceptar esta realidad, pero que nosotros, estudiantes de derecho y futuros abogados, tenemos que tenerlo presente para hacer un cambio drástico a esta situación -donde se conculcan absolutamente todo derecho y garantía que las personas deberían gozar y no se les permite, porque son dejados al olvido, porque la idea que predomina en la calle es “que los maten a todos”-, y así lograr que en el Poder Judicial llame las cosas por lo que son y que las causas que se inician por denuncias de internos contra los agentes del servicio penitenciario, por las violencias que sufren, dejen de caratularse “S/ Apremios ilegales” y pase a ser “S/ Torturas”.
María Florencia Labonia.

3 comentarios:

Alumnos dijo...

Hola Florencia!
La publicación me resultó bastante interesante y considero que ha sido "bien intencionada", pero me permito disentir con la conclusión final de que "la sociedad no está preparada para aceptar esta realidad".
Desde mi punto de vista, la sociedad (como conjunto de personas que viven en un espacio determinado, con tanta cantidad de culturas, pensamientos, ideologías, posturas, formas de ver la vida, etc., como integrantes que la constituyen) está preparada para TODO. Pienso que nosotros mismo somos quienes coartamos la posibilidad de que esos cambios de paradigma sucedan, cuando hacemos alusión a este tipo de frases.
Espero no resultar violento con lo que digo, pero me parece que cualquier persona es capaz de percibir la degradación a la que sometemos a las personas privadas de su libertad (il)legítimamente: tanto estudiantes de derecho como niños de sala de 3. Lo que me parece que hay que hacer es fomentar la divulgación e insitar el repudio, para que se empiece a generar "conciencia social" y facilitar el "cambio drástico" -siguiendo tus términos- en estas instituciones de depósito.
Creo que el verdadero cambio viene siempre de la mano de "todos", más que de los "iluminados" del derecho. Nuevamente te digo que me entusiasma la publicación, más allá de esta opinión. Saludos!
Suerte.


Juan Martín Nogueira.

Alumnos dijo...

Comparto el comentario de Juan Martín. Sobre todo la idea de que que la sociedad esta preparada, no se si para todo, pero si para lograr percibir, comprender y debatir esta clase de temas. Creo que la premisa de la que hay que partir es la del rol "legitimante" que la misma cumple.
El discurso masivo e imperante se sirve de la actual situación carcelaria en el país, porque le sirve y esta convencido de que así debe ser.
En fin, la sociedad esta preparada, conoce la situación de las cárceles y aun así, la acepta y la legitima.

Catriel Rebón

Alumnos dijo...

Hola!

Quería explicar que cuando me refiero a que la sociedad no esta preparada, apunto no a que la sociedad desconoce la situación de las cárceles argentinas, ni mucho menos a que no percibe dicha situación, sino todo lo contrario, lo sabe y lo conoce a la perfección, lo que no acepta es que a los internos se los tome como pares, considera que no merecen los mismos derechos que las personas que gozan de libertad(y esto se ve claramente, en los medios de comunicació que el titular es: "esta procesado por homicidio y ESTA LIBRE", como si la regla fuese el encarcelamiento). Esto es, lo acepta pero lamentablemente, no hace ni quiere hacer nada para cambiarlo.

Uno siempre tiene como objetivo el cambio de esa mentalidad, pero creo que esos objetivos siempre hay que sumarle la realidad en la que estamos parados, para así poder considerar qué medios tenemos para poder empezar a actuar. Considero que falta para lograr la igualdad tan ansiada por nosotros, que ojalá se dé, pero no podemos ser ciegos y darle la espalda a lo que se dice en la calle.

Ojalá, -y para eso estudio y me estoy formando - logremos ese cambio de mentalidad y una mejora en la vida de las personas privadas de su libertad, pero considero que imponiendo nuestra idea no vamos a llegar a ningún lado; hay que ir argumentando con sentido común, porque sino va a ser siempre nuestra opinión contra la opinion masiva e imperante.

Espero haberlo explicado bien.

Saludos.

Florencia.